El #Ángel de #El Cairo: Ángel Sagaz

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El gobierno de #España salvó a mil quinientos judíos egipcios tras la #Guerra de los Seis Días. Hecho bien sabido, pero poco divulgado, que merece un memorial en el cincuentenario de esta crucial contienda árabe israelí.

Al desatarse las hostilidades (junio de 1967), España fue discretamente requerida desde varias organizaciones judías para mediar por los hebreos de las naciones árabes beligerantes. La jugada tenía sentido: acudir a un país próximo al musulmán y que no reconocía el Estado de Israel, pero contrario a la Unión Soviética y en el que la situación de los judíos evolucionaba favorablemente.

Así, Franco contemporizó. Y mientras se declaraba a favor de la posición árabe y del retorno de los refugiados palestinos, instruyó a sus embajadas en la zona asistir a los judíos que les reclamaran protección, además de facilitarles documentación para expatriarse si lo pedían. Solidaridad no restringida a judíos españoles, como en el conflicto de Suez en 1956, sino abierta a cualquier israelita.

Una ayuda estrictamente humanitaria, que sería acordada con las autoridades locales. España no alteraba su política. Y los refugiados la utilizarían como punto de tránsito, provistos de una visa para dos años y con el compromiso de no viajar a Israel de forma inmediata.

La operación resultó especialmente exitosa en Egipto, la plaza más comprometida de esta crisis. Ya que el presidente Nasser, adalid del panarabismo, encabezaba la ofensiva contra Israel. Pero el embajador español en El Cairo, #Ángel Sagaz, hizo honor a su nombre y apellido.

Sagaz consiguió mejorar las condiciones de muchos judíos represaliados, y permiso para abandonar el país de todos aquellos que lo solicitaran; cientos de estos, tras ser liberados de la cárcel gracias a sus gestiones.

Más de seiscientas quince familias judías salieron de Egipto. La burocracia y el transporte fueron costeados inicialmente por España. Y al ver Sagaz que los expatriados eran forzados a desprenderse hasta de sus alhajas, ofreció la embajada como depósito de efectos personales, facturándolos luego por valija diplomática.

Incluso algunos objetos de sinagogas locales fueron enviados a Madrid con ayuda de la embajada; si bien Sagaz declinó la petición de refugiar ciertas piezas de singular valor histórico, para evitar un litigio patrimonial con el gobierno egipcio.

El gesto fue agradecido por organizaciones judías del mundo entero, y reconocido por la administración estadounidense. Y aunque la intervención debía mantenerse reservada, se glosó en las principales cabeceras de la prensa yanqui; cuyo eco recogió en España el ABC.

No era la primera vez que se auxiliaba a los judíos desde el régimen de Franco. Que tras la independencia de Marruecos hasta favoreció inopinadamente la causa sionista a través de la Operación Yakhin, por la que 25.000 hebreos marroquíes fueron acogidos en España camino de Israel.

La historia, como vemos, tiene sus pliegues. Igual que los cincuenta años de titulares que todavía arrastran aquellos seis días de guerra. Hoy Israel festeja su rotunda victoria, y con ella el “50 Aniversario de la Liberación y Reunificación de Jerusalén”. Pero saben de sobra que aquel fue un triunfo tan imperativo como envenenado.

En 1967, los israelitas pasaron de pueblo perseguido a Estado imperialista, con un millón de parias en sus nuevos territorios. Lo que convertía el éxito militar en estigma político. Por lo que tan razonable es el eufórico documental conmemorativo In Our Hands, como el autocrítico Censored Voices de hace dos años.

Razonable sería también una buena película sobre Sagaz, Ángel de El Cairo; aunque su ayuda partiera del franquismo. ¿Vulneraría la Ley de Memoria Histórica? Escuchemos, entre tanto, la entrevista al historiador Isidro González sobre el asunto. Y leamos el monográfico del profesor Raanan Rein. O a Jacobo Israel Garzón, que en 2005 rubricó:

“Como en el caso del tránsito de judíos marroquíes a través de España, está por estudiar con detalle el papel, en verdad importante, realizado por el Gobierno español para mejorar la situación de los judíos en los países árabes. Dentro del contexto de las controvertidas relaciones del régimen de Franco con los judíos a lo largo de cuarenta años, el papel del Gobierno español en la salvación o mejora de las condiciones de vida de los judíos en Egipto, Irak o Libia es un hecho positivo y demostrable”.

Y si desde la dictadura española pudo hacerse más, menos hicieron entonces para su vergüenza las democracias occidentales. Algo de lo que todavía deberían dolerse, como se dolió valientemente Ortega en 1910 por no haber defendido al viejo relojero judío en aquel tren hacia Berlín.

El antisemitismo, recuerda Ortega, es una grave lacra de la historia. Porque todo, en efecto, tiene derecho a ser lo que es: el judío con su Biblia, el moro con su Corán, los que somos otra cosa y hasta los refugiados sirios que nos avergüenzan hoy con su calvario. Incluso España tiene derecho a ser la que es. Tengamos #hatikva.

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